domingo, 13 de marzo de 2016

El extranjero y el estereotipo vulgarizado



-¿A qué casta perteneces? ¿Dónde tienes tu casa? ¿Vienes de muy lejos?-preguntó Kim.


Rudyard Kipling -Kim.

Los estereotipos se integran fácilmente al paquete de imágenes de un pueblo gracias a la pre-digestión por la que suelen pasar. Completas tipologías se han delineado con la meta de unificar y separar naciones. Los bárbaros y los salvajes fueron la etiqueta clásica, pero podríamos con otras algo más sutiles, por lo invisibles. El estereotipo parece perder impulso cuando los muros que nos separan del fores caen, pero es sólo una apariencia: el estereotipo es el nuevo muro.
Derrida dice que “la hospitalidad pura consiste en acoger al arribante antes de ponerle condiciones, antes de saber y de pedirle o preguntarle lo que sea, ya sea un nombre o ya sean unos 'papeles' de identidad”. En este sentido, debemos entender ostium como la señal de cierta porosidad del muro urbano que permite la filtración y el intercambio con lo de afuera. Pero hay a otra derivación que tiene a ostium como un antecedente de ostia, el sacrificio. Primero es el peregrino, el extranjero, aquel por quien están las puertas en la ciudad, para arribar a “hostia”, la víctima de una expiación: un laberinto que lleva finalmente a la inmolación del forastero, que es ofrecido como víctima propiciatoria a los penates. Si fores también se presentaba como puerta era para darle nombre al forastero y al foráneo, y también a la foresta, al bosque, donde viven los bárbaros; fores no es tanto la puerta como lo que hay más allá de ella. El ostium da las licencias para que el fores se aproxime.
“Pero también supone que nos dirijamos a él, singularmente”, continúa Derrida,“que lo llamemos, pues, y le reconozcamos un nombre propio: '¿Cómo te llamas?'. La hospitalidad consiste en hacer todo lo posible para dirigirse al otro, para otorgarle, incluso preguntarle su nombre, evitando que esta pregunta se convierta en una 'condición', una inquisición policial, un fichaje o un simple control de fronteras.” El destino del hiwi, en su situación ya no ingrata pero aun no grata para los nuevos amigos y la absolutamente ingrata para con los viejos, oscilaba entre el desprecio y el fusilamiento. Un híbrido interesante que vivía en el borde, hecho también de borde. Pero lo mas interesante del hiwi no es la delación, ni la traición a la patria, ni el supuesto apego por el enemigo, sino ese salto a recibir ordenes en una lengua que no comprende. Allí reside la hostilidad genérica con la que chocaba donde fuera a ofrecer su ayuda. Es la misma hostilidad que halla el extranjero al que recibimos en nuestra propia lengua: ambos heridos por la palabra incomprensible .1
Los rasgos indeseables de un pueblo son divulgados con facilidad cuando es otro pueblo el que lo tipifica y hasta le da un nombre. El estereotipo acude como medio de la supresión de lo inesperado. Así, una nación que se define a sí misma como inuit, “el pueblo” en su propia lengua, es conocida como “la que devora carne cruda”, que en la lengua de sus vecinos Cree ofrece una incierta etimología para “esquimal”. Kipling, en un breve dialogo de Kim, ofrece un modelo de este género de lugares comunes basados en poner nombres que se vacían más tarde en un sospechoso consentimiento general:
“Los sacerdotes desconocidos se comen a los niños- susurró Chota Lal.
-Y además es un extranjero y un but-parast- dijo Abdullah, el musulmán.
Kim se echó a reír.
-Lo que sucede es que acaba de llegar. Corre a esconderte entre las faldas de tu madre para no pasar miedo.”2
El estereotipo vulgarizado consiste en formas fijas que se divulgan y se integran al sentido común. El miedo y la ansiedad, antes encarnado en la expresión “Hannibal ad portas”, además es el miedo y la ansiedad ante el inmigrante invasor, exhaustivamente elaborado por el estereotipo común. “Existe un género de 'extranjería”, dice Simmel, “en el cual está excluida la comunidad a base de algo general”. Se trata de esa tensión negativa entre cercanía y distancia que indica que “nuestra relación con él es una no-relación”3. ¿De donde proceden estas ideas fijas? Lo vulgar y lo común. En algún lugar debe producirse el encuentro entre lo divulgado y lo comunitario, lo vulgarizado y lo común.


1 “Acoger al otro en su lengua es tener en cuenta naturalmente su idioma, no pedirle que renuncie a su lengua y a todo lo que ésta encarna, es decir, unas normas, una cultura (lo que se denomina una cultura), unas costumbres.” Derrida, Jacques, Op. Cit.
2Kipling, Rudyard, "Kim", Alianza editorial, Madrid, 2003
3 Simmel, Georg, "Sociología: Estudios sobre las formas de socialización", Buenos Aires Espasa-Calpe Argentina, 1939. Pág. 278



Parte previa: Sinoiké planificada
Parte siguiente: Olvido y cristalización de la comunidad

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